Luego de un debut poco digerible para las masas como Von, y su obra maestra Ágætis byrjun de por medio, Sigur Rós presenta en 2002 un disco extraño desde su concepción estética y muy singular desde su sonido.
Conocido por sus fans como el disco de los “Paréntesis”, 8 canciones sin título alguno y toda la melancolía y el uso de un extraño idioma sin significado literal, crean alrededor de ( ) un alo misterioso y atrapánte.
El disco transmite sensaciones y juega con tu imaginación desde el comienzo hasta el final. La épica intensidad sonora de las canciones parece explotar en todo momento, pero te deja levitando en el aire y esperando ese climax que nunca llega.
Una brillante melodía hace las veces de hilo conductor durante la primera mitad del album, y quedara grabada en tu mente por semanas. Finalizando el cuarto tema, 30 segundos dividen el disco en dos partes claramente diferenciadas.
Para esta segunda mitad, la melancolía se apodera totalmente de ( ), y comienza una delgada línea que separa a los adoradores del disco, de los que realmente logran aburrirse mucho.
Como gran parte de las producciones Post-Rock, Sigur Rós transita un conceptualismo sonoro claro, que partiendo de la relajación, gradualmente te lleva a terrenos épicos y emocionantes para rozar el extremo sobre el final.
Sensaciones y más sensaciones, ese es el secreto de Sigur Rós, y pocos como ellos saben hacerlo.
70 minutos de dulce Post-Rock. Particularmente creo que la búsqueda fue bien lograda y meritoria, pero esta banda a tenido picos creativos tan altos y geniales que me resulta imposible no admitir que Ágætis byrjun y Takk... están unos escalones por encima.
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